Esa una verdad que a últimas fechas me estuve negando. Yo dije que no estaba perdida porque sí estaba bien ubicada, pero la realidad es que he cometido desatinos, decisiones erradas, he dejado de hacer cosas importantes por atender las urgentes, he desaprovechado mi tiempo y eso no es más que estar completamente perdida.
Como dice la canción “Paloma negra”: hay momentos en que quisiera mejor rajarme. La desesperación me alcanza a medida que me queda menos dinero. Aquí todo es muy caro y yo creo que no voy a aguantar. Ya quiero estar en mi casa, abrazar a mis hijos, llevarlos a la escuela todos los días y salir a reportear a mis fuentes. Ir al café con mis compañeros, manejar mi auto, dormir en mi cama, ¡comer picante, por el amor del cielo! Qué ganas de unos buenos chilaquiles, de una fajita con guacamole, unos huevos rancheros y tortillas de harina...
Creo que perdí mi objetivo en este país, como dice mi paisano Jaime López, “como quien perdió el beliz”.
Caí tan bajo que hasta me estuve haciendo fotos en la Puerta de Alcalá, lo mismo que hace toda la gente cuando viene aquí. Después un recorrido por el centro de Madrid, que hasta eso, me distrajo y me sirvió para ver un cuarteto de cuerdas tocando Las Bodas de Fígaro en la calle, algo muy bonito.
Mañana deberé desalojar la pensión donde me he quedado los últimos días porque los dueños dicen que y estaba reservada desde hace tiempo, así que me voy a levantar temprano para hacer mi trabajo, que es escribir la nota del día y la entrega de las crónicas de viaje, pero además tendré que buscar otro lugar donde quedarme, o mejor un billete de autobús a Barcelona, pues para mi Madrid está agotado.
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