La Europrueba fue un ejercicio de resistencia que me tomé el reto de cumplir, con un afán de crecimiento profesional y personal, consistente en trabajar en la investigación periodística mientras intentaba subsistir con muy poco dinero, sola y sin conocer el país a donde fui.
La misión terminó exitosamente, pero me quedaron muchas historias en el tintero. Ahora, este blog mostrará poco a poco algunas de ellas y ampliará los detalles de las ya publicadas.
La misión terminó exitosamente, pero me quedaron muchas historias en el tintero. Ahora, este blog mostrará poco a poco algunas de ellas y ampliará los detalles de las ya publicadas.
jueves, 22 de noviembre de 2007
Fuimos víctimas del racismo y ¡nevó en Oviedo!
Ayer decía que hacía frío y hoy, amaneció ligeramente nevado. Me sentí bendecida porque la verdad sí esperaba la nieve, como me había advertido mi amigo Borja, que vive aquí en Asturias y a quien conocí por un club de internet que se llama Hi5. Anoche incluso, cuando veníamos en un taxi hacia el Orfanato Minero, la casa de asistencia donde se nos dio alojo a casi la mitad de las asistentes al Encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, platicábamos con el chofer la coordinadora de Red Tamaulipas, Rossy Rodríguez Quintanilla, y yo, sobre el clima pues amenazaba lluvia y él dijo que de caer, habría menos frío ya que se convertiría en nieve. En ese momento invoqué con mucha fe a que así fuera. Y así fue. Poco y ligero, pero nevó y yo me di el gusto de convencerme otra vez de que uno es el dueño de su universo y lo que desea con total convicción, siempre sucede.
Lastimosamente (así dicen los colombianos), la charla sobre las condiciones del tiempo con el taxista llevó a que él se doliera de que aquí cada año nieva menos por el sobrecalentamiento global y a que Rossy comentara nosotros en México tenemos en algunas regiones calor extremo aún en invierno. El muchacho, cual joven e inmaduro es evidentemente, reaccionó montando en cólera al saber que veníamos de aquella preciosa tierra y empezó a preguntar a gritos cómo podíamos llegar hasta acá y por qué todo el mundo quería venir a este país. Se siguió quejando de la inmigración que honestamente sí es bastante, de que los extranjeros se emplean ilegalmente por sueldos más bajos y arrebatan oportunidades a los ciudadanos nacidos en España. Concediéndole comprensión, porque en la frontera donde yo vivo en Tamaulipas pasa algo muy semejante (con la diferencia de que los matamorenses no nos ponemos como energúmenos por eso), hasta ahí estuve de acuerdo, pero luego empezó a despotricar de que los latinoamericanos son ruidosos, y digo son, porque no me di por aludida, pues siguió acusándolos de delincuentes y hasta asesinos. “Aquí puede llegar un chileno que en su país mató a 50 y no hay un filtro que le impida la entrada”, dijo. Insisto, lo toleré porque es verdad que las noticias dan cuenta de crímenes abominables en los días que yo he estado aquí, perpetrados por gente que viene de Centro y Sudamérica, como el de un tipo que mató a su esposa, la descuartizó, puso la mitad del cuerpo en una valija y el resto en otra. Ah, para esto antes de subirnos a su carro, él bromeó conmigo al subir mi equipaje a la cajuela (yo ya había mencionado hace unos días que compré una señora maleta), me preguntó si ahí había guardado a mi marido… le respondí que sí “y ya podíamos irnos a donde tu quieras”, ante la mirada inquisitiva de mi coordinadora (hombre, él se llevó y yo correspondí). Hasta después del incidente entendí que quizá el chiste también aludía a aquel caso. Pero aún hay más. Ahí ya me dio pena el chamaco porque su interrogación fue por qué nosotras veníamos a España teniendo tan cerca a los “yankees”(es decir, los estadounidenses) y sus dólares, lo que me dejó muy clara su completa ignorancia sobre la decadencia de esa moneda y en general, sobre todo en el universo. Total, le dije que nosotros vinimos como turistas solo unos días, a gastar dinero en su nación y que además para no importunarlo no volveríamos a subir a su taxi. Notamos que en algún momento el pelado (expresión genuina e inherente a mi naturaleza norteña que no me puedo censurar para definirlo) se salió de control pues iba manejando tan rápido que hasta se pasó más del Orfanato y tuvo que retornar para dejarnos en la entrada, que estaba a casi 100 metros de la puerta del pabellón de dormitorios, camino cuesta arriba que tuvimos que andar con todo y belices, por tal de no pedirle que subiera y tenerlo un rato más, cerca. Rossy sí se puso algo “freakeada”, ya sé que esa no es una palabra castellana pero es lo que más se aproxima a una reacción como alucinada, los españoles le llaman “flipar” (lo que según la Real Academia Española es estar bajo los efectos de una droga, eufórico, excitado o muy gustoso) y temió que pudiera agredirnos. Bueno, ella es muy mesurada, aunque reconozco que tuvo algo de razón. Las noticias que he visto y leído también hablan de que la violencia se ha agudizado por el racismo y estos europeos han atacado a inmigrantes con recurrencia. Yo lo vi como un suceso irrelevante, pues ha sido solo uno que no me quita la buena impresión que tengo de grandes compañeras anfitrionas que se han desvivido en atendernos y porque este país es bello, a pesar de todo.
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